En el ámbito de las empresas, el papel de los consejos de administración presenta características distintas a las de las compañías que cotizan en bolsa. Mientras en estas últimas los consejos poseen funciones normativamente definidas y ejercen un control efectivo sobre la dirección, en las empresas privadas —particularmente cuando el propietario concentra también el rol de director general— su influencia suele diluirse y reducirse a un acompañamiento más consultivo que vinculante. Sin embargo, la evidencia empírica demuestra que, cuando los consejos tienen una presencia activa y se configuran con criterios de independencia y rotación, pueden ejercer una influencia decisiva en la disciplina estratégica de la organización.
La gobernanza sólida modifica de manera sustancial la forma en que estas compañías responden a su desempeño. Las empresas con consejos efectivos ajustan sus decisiones estratégicas siguiendo patrones racionales: tienden a invertir y asumir riesgos cuando los resultados no cumplen con las expectativas, y a moderar su comportamiento cuando los superan. En contraste, las empresas controladas exclusivamente por propietarios-directores suelen actuar de manera más impulsiva, reduciendo inversión en periodos adversos y expandiéndose de forma excesiva tras obtener buenos resultados, lo cual responde más a factores emocionales que a un análisis estratégico riguroso.
La conclusión central es que la existencia de un consejo de administración sólido no desplaza al propietario, sino que introduce un contrapeso que favorece la deliberación y la toma de decisiones equilibradas. En este sentido, la gobernanza en empresas privadas no debe entenderse únicamente como una exigencia normativa, sino como un mecanismo que incrementa la racionalidad estratégica, refuerza la sostenibilidad organizacional y contribuye a la creación de valor en el largo plazo.